Moonshot: Making the Equality Fund

PARTE 1: De la partida al movimiento (ESPAÑOL)

Episode Summary

En nuestro primer episodio, nos adentramos en los orígenes del Fondo de Igualdad. Nuestra historia abarca décadas: ¿cómo fueron aquellos primeros días de construcción del movimiento? ¿Cómo afrontaron los líderes la feroz resistencia y canalizaron esas lecciones para crear un fondo de 1.000 millones de dólares? Te ofrecemos las impresiones de quienes lo vivieron y ayudaron a convertir la visión en realidad.

Episode Notes

En nuestro primer episodio, nos adentramos en los orígenes del Fondo de Igualdad. Nuestra historia abarca décadas: ¿cómo fueron aquellos primeros días de construcción del movimiento? ¿Cómo afrontaron los líderes la feroz resistencia y canalizaron esas lecciones para crear un fondo de 1.000 millones de dólares? Te ofrecemos las impresiones de quienes lo vivieron y ayudaron a convertir la visión en realidad.

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Créditos:

Arte - Kamo Frank - @kamofrank_

Productora - Katie Jensen, @vocalfrystudios

Equipo del Fondo de Igualdad - Amina Doherty, Tatiana Buba, Sarah Matsushita, Catherine Hodgson, Nicole Fischer y Joe Voeller

Episode Transcription

Las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres y los movimientos feministas están generando un cambio en todo el mundo: en el clima, la violencia de género, la pobreza, la salud sexual y reproductiva o la democracia. Estamos viendo cambios profundos y duraderos, que transforman las propias estructuras de poder para abordar de lleno las injusticias y desigualdades. 

Sin embargo, la realidad es que menos del 1 % de la financiación va a parar a las organizaciones y movimientos de defensa de los derechos de las mujeres.

Y todo el mundo experimenta las consecuencias de ello. Este momento, en el que la democracia y los derechos reproductivos se están erosionando, puede resultar abrumador a título individual. ¿Qué puede hacer una persona por sí misma?

No obstante, hay soluciones. Las brillantes soluciones impulsadas por personas, creadas gracias a la genialidad y la valentía de los movimientos feministas, llevan un hálito de esperanza a cada rincón del planeta. Están generando avances reales para la justicia racial, económica, ambiental y de género.

Una pequeña pieza de esta historia global de búsqueda y consecución de la igualdad de género es el Fondo de Igualdad,

una comunidad de feministas que, a lo largo y ancho del tiempo y del espacio, vio la oportunidad de cambiar las cosas y decidió aprovecharla.

Esto es «Objetivo, la Luna: el origen del Fondo de Igualdad».

Aspiramos a poner como mínimo mil millones de dólares en manos de los movimientos de derechos humanos. Vamos por el buen camino. Desde 2019, hemos distribuido 100 millones de dólares canadienses entre más de 1000 organizaciones feministas de 100 países. 

La nuestra es una historia de éxitos y fracasos, de creación y agotamiento, de lucha y victoria. Esta historia aporta enseñanzas, conocimientos y, sobre todo, motivación a quienes están trabajando para trastocar el statu quo y crear algo nuevo. También sirve para seguir creando y soñado, pese a los obstáculos que nos depare el futuro. Nos sirve para saber que no estamos solas.

La historia que van a escuchar no comenzó en 2019. Sus inicios se remontan a décadas atrás. 

Antes de escucharla, un breve apunte. Van a escuchar a diferentes oradoras en este pódcast. Diremos sus nombres para que siempre sepan quién está hablando.

El año 1975 supuso un hito para los derechos de las mujeres en todo el mundo. Las Naciones Unidas lo declaró el Año Internacional de la Mujer y celebró la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en Ciudad de México. 

Este momento histórico a nivel mundial puso el foco sobre los derechos de las mujeres. Un año más tarde, en 1976, dos líderes canadienses crearon una nueva organización benéfica. Se llamaba MATCH International Centre. Norma E. Walmsley y Suzanne Johnson-Harvor crearon MATCH con una idea revolucionaria: poner los derechos de las mujeres en el centro de la erradicación de la pobreza y el pleno ejercicio de los derechos humanos de todas las personas. MATCH concedió fondos a más de 650 organizaciones de mujeres de 71 países.

Como todos los avances feministas, MATCH fue un esfuerzo colectivo. Otra de las líderes presentes desde los inicios fue la Dra. Peggy Antrobus, una pensadora feminista de renombre mundial. Desde el inicio de su fascinante carrera en 1974, la Dra. Antrobus ha promovido los derechos de las mujeres y el desarrollo internacional en todo el mundo. 

Fue una de las primeras integrantes de la junta directiva de MATCH y volvió a unirse a ella 40 años más tarde. Peggy es una pieza fundamental de la trayectoria del Fondo de Igualdad.

En palabras de la Dra. Antrobus: «Me gusta recordar nuestros inicios, porque fueron una especie de edad de la inocencia. Yo soy de esas que creen que el mundo empezó a girar en 1975, con el Año Internacional de la Mujer.

Por primera vez, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, las mujeres de todo el mundo tuvieron la oportunidad de reunirse, escuchar sus historias y conocerse mejor. Alguien lo describió con el mayor evento de concienciación de la historia, con lo que concuerdo plenamente».

La Dra. Antrobus afirma: «Nadie se imaginaba lo mucho que ese evento iba a cambiar nuestras vidas. Salimos de la conferencia sintiendo que por fin habíamos alcanzado la cima de la montaña. El mundo había comprendido que los derechos de las mujeres son derechos humanos y que los derechos humanos son derechos de las mujeres.

Por entonces, no existían los fondos de mujeres. La idea de exigir un nuevo orden económico internacional era algo muy novedoso. Es más, yo misma, al igual que otras muchas mujeres, no comprendíamos por qué esto era importante. Hoy en día sabemos que no podemos hablar de las mujeres sin cuestionar el orden establecido.

La gente empezó a organizarse. Pensábamos que íbamos a cambiar el mundo. Pero casi desde el principio nos topamos con resistencia.

La derecha utilizó cada una de las conferencias para oponerse a los derechos de las mujeres. Ahora vemos los resultados: la revocación de la sentencia del caso Roe contra Wade, la crisis climática... Uno de los mayores cambios entre 1975 y los noventa fue comprender que estas crisis están interconectadas». 

Ella misma lo recuerda: «Nunca entendí bien el poder de las estructuras del patriarcado, el capitalismo y, añadiría, el supremacismo blanco y cómo están interconectadas. Ahora entendemos la complejidad de la situación. A finales de los ochenta, no se hablaba de “interseccionalidad”. Creo que fue entonces cuando empezamos a dilucidar la interconexión de nuestras luchas.

El patriarcado, el capitalismo y el supremacismo blanco están tan arraigados e interconectados que… Por aquel entonces, no lo entendíamos bien. Creo que, en nuestros inicios, no entendíamos esto. 20 años después de 1975, de la Conferencia de Beijing nos dimos cuenta de que vivimos en una era distinta».

Ahora escucharemos a Joanna Kerr, que ha dedicado su carrera a promover el liderazgo de las mujeres, la acción por el clima, la protección de la naturaleza y los derechos de las personas indígenas. Joanna fue al presidenta de la junta directiva de MATCH y nos va a hablar de los objetivos y desafíos de MATCH en los noventa.

En palabras de Joanna: «Hace mucho que comencé a colaborar con MATCH International Centre, a principios de los noventa. Por aquel entonces, estaban cambiando el paradigma del desarrollo internacional. Era una de las poquísimas organizaciones internacionales que empleaba un modelo de solidaridad con los grupos de base de mujeres en todo el mundo».

Ahora tenemos a Jess Tomlin, una de las fundadoras del Fondo de Igualdad, que nos seguirá hablando de MATCH: «Desde 1976, brindó apoyo a cientos de organizaciones de base en cientos de países en todo el mundo. Su legado feminista canadiense es increíble. Fueron muchos hombres y mujeres los que participaban en esta organización desde hace décadas. Pero, como muchas otras organizaciones, llegó a depender en exceso del Gobierno de Canadá, algo problemático en este país, ya que dependemos de la financiación gubernamental para hacer nuestra labor de impacto social». Prosigue: «Por eso creo que, a pesar de su fiel y longeva base de donantes, compuesta en su mayoría por mujeres provenientes de todas partes del país, la organización tuvo que limitarse a sí misma y convertirse en algo que no era».

Según Joanna Kerr: «En los noventa, MATCH se veía cada vez más obligada a ser casi un organismo de ejecución de programas de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional, por lo que cada vez se dedicaba más a la aplicación técnica que a ser una organización feminista basada en la solidaridad. Esto se debía a la naturaleza de los fondos, del modelo de financiación disponible, a pesar de que la organización obtuviera muchas donaciones individuales».

Jess Tomlin nos dice: «Siempre fue una organización que deseaba financiar las prioridades de las organizaciones y movimientos feministas locales y de base que estaban promoviendo una agenda feminista en sus comunidades. Y, de repente, se empezaron añadir capas de trabajo y trabajo por proyectos sobre temas concretos, como la salud y las mujeres, la economía y las mujeres y la seguridad alimentaria y las mujeres.

Como sabemos, los movimientos feministas interseccionales no trabajan así. Tampoco trabajaban así en los noventa. 

Vayamos a los años 2010 y 2011El Gobierno de Stephen Harper, el ejecutivo conservador de Canadá en aquella época, retiró de manera muy sonada la financiación de la organización.

En parte se debió a que había perdido su esencia, a que haciendo lo que otros le pedían para mantenerse a flote y, en parte, por supuesto, a que nuestra agenda era muy política».

Joanna Kerr lo recuerda: «Qué sorpresa: la financiación se acababa, estaba habiendo cambios políticos y de gestión y MATCH no podía seguir operando sola. Entonces, cerró sus puertas».

Volvemos a Jess Tomlin, que hace memoria:

«Yo entré en esta historia en 2012. Acababa de llegar de trabajar en Oriente Medio con Naciones Unidas. No conocía la historia de MATCH, pero las posibilidades que abría me cautivaron. Como decía, este era un grupo increíblemente sólido, leal y experimentado de feministas de todo Canadá que trabajaba para emparejar recursos con capaces líderes de movimientos de más de cien países.

Su legado y su historia son fascinantes. La organización había estado liderada durante años por Rosemary Brown, una legendaria líder negra de Canadá. Eso ya apuntaba a lo que había tras la organización. También estaba la historia del hombre que había donado 50 dólares a la organización en 1986 y que legó todo su patrimonio a MATCH cuando murió. 

El dinero que dejó era lo bastante como para pensar y soñar cualquier cosa». 

Jess prosigue: «La presidenta de la junta por aquel entonces, Patricia Harewood, una mujer a la que quiero y adoro, me dijo que averiguara si había alguna estrategia viable para que MATCH sobreviviera.

¿Adónde irían los activos de la organización? ¿Adónde redirigiríamos a nuestros donantes? ¿Adónde podrían acudir las organizaciones con las que trabajábamos para obtener los fondos que necesitaban con tanta urgencia? Y fue entonces cuando, para mí, empezó toda esta historia. 

Tenía clarísimo desde las primeras conversaciones y cafés que mantuvimos que, si MATCH desaparecía, no había garantía alguna de que Canadá fuera a apoyar a los movimientos feministas globales». 

Jess afirma que el mundo había cambiado por completo y que muchas organizaciones internacionales habían avanzado en la dirección correcta. Sin embargo, esta relación de financiación directa, en la que se financiaba directamente las prioridades de los movimientos y organizaciones de base locales, no existía. La forma de hacerlo era crear un fondo.

Volvemos con Joanna Kerr.

«Vayámonos ahora al 2011. Yo estoy en Johannesburgo. Soy directora ejecutiva de ActionAid International. Recibo un correo de una tal Jess Tomlin. 

Estamos planteándonos revivir MATCH y convertirlo en un fondo de mujeres. Supongo que, hasta ese momento, yo estaba dispuesta a romper mi vínculo con MATCH. 

Pero esta tal Jess Tomlin era insistente y me preguntaba si podía traerme algo de Canadá.

Claro, yo vivía en Johannesburgo, allí podía encontrar casi cualquier cosa. ¿Pero saben qué es lo que no puedes encontrar en Johannesburgo? Comida mexicana.

A lo mejor quienes nos escuchan me dicen ahora “¡Qué va, sí que hay!”. Pero por aquella época no había manera de encontrar salsa o unos buenos frijoles refritos. ¿Y cuál fue mi sorpresa? Esta tal Jess Tomlin aparece en el sitio donde hemos quedado con dos bolsas cargadas de latas y botes de comida mexicana.

Pero, para cuando acabó la conversación, le dije que quería ser parte de su junta directiva. Quería hacer lo que fuera necesario para hacer realidad esta idea. Así es como pasé a formar parte de la segunda fase de MATCH».

Vamos a escuchar ahora a Mebrat Beyene, una de las presidentas de la junta directiva del Fondo de Igualdad. El vínculo de Mebrat con el Fondo de Igualdad se remonta a la época de MATCH. Su don es ayudar a las ONG a cambiar y crecer y nos va a hablar de la sólida base que ya había creado MATCH.

En palabras de Mebrat: «MATCH tenía décadas de experiencia en la concesión de subvenciones y en brindar apoyo a las organizaciones de mujeres de base. Además, contaba con una base muy sólida cimentada en conexiones reales en todo el Sur Global con feministas y activistas con experiencia real. En esto se basaba gran parte de su trabajo.

MATCH ostentaba una posición privilegiada, por toda la voluntad, atención, esmero y cuidado que había puesto en comprender este modelo y entenderlo en un marco abiertamente feminista»

Escuchamos ahora a Nicky McIntyre, la directora ejecutiva de la Fundación para una Sociedad Justa. Este es un fondo familiar privado de Nueva York que promueve los derechos de las mujeres, las niñas y las personas LGBTQI+ en todo el mundo. Fue uno de los primeros adalides del Fondo de Igualdad.

Nicky hace memoria: «La creación del Fondo de Igualdad fue un hito que conllevó una mayor y mejor distribución de recursos a las organizaciones feministas. Fue un momento de gran creatividad y audacia y, si observamos el panorama internacional, cada vez había un mayor interés en los derechos de las mujeres y la política exterior feminista. Esto se debió, en gran parte, a la labor de incidencia y a los esfuerzos de las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres y el papel que han desempeñado a la hora de conseguir un cambio social en sociedades de todo el mundo».

Joanna de Kerr dice al respecto: «Estaban el Fondo Global para Mujeres y Mama Cash en los Países Bajos. También estaban el South Asian Women's Fund, el Brazilian Women's Fund y el African Women's Development Fund. Estos fondos crecían como respuesta directa ante la crítica y crónica infradotación de recursos a las iniciativas de base de liderazgo comunitario y feminista. También crecían por el hecho de que una gran parte de la financiación de estas iniciativas venía mediada por grandes ONG internacionales o era intergubernamental. También estaba este creciente movimiento de financiación de las mujeres que buscaba garantizar que fueran feministas quienes recaudan los fondos para feministas sobre el terreno».

Según nos dice, Canadá no contaba con un fondo así.

«Si había que cambiar las cosas, ese era el momento. Gobiernos de todo el mundo estaban empezando a priorizar la financiación para promover los derechos de las mujeres y ofrecían modelos prometedores y la oportunidad de que otras organizaciones aprovecharan este impulso». 

Escuchamos de nuevo a Nicky McIntyre.

«Cuando dirigía Mama Cash, el fondo feminista internacional más antiguo que existe, con sede en los Países Bajos, colaboré con MATCH en el marco del creciente movimiento de fondos feministas y de mujeres.

El movimiento realmente empezó a surgir a mediados de los ochenta. Mama Cash había formado parte de él, al igual que otras muchas organizaciones, pero desempeñó un papel relevante en distintos procesos de incidencia que culminaron en que el Ministerio de Asuntos Exteriores neerlandés creara, creo que a finales de 2007 o por ahí, una serie de nuevos mecanismos de financiación en pro de la igualdad de género dirigidos a las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres. 

En 2014, el Gobierno de Suecia también adoptó la primera política exterior explícitamente feminista», nos cuenta. El Gobierno sueco ya había estado financiando a las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres con una importante financiación básica flexible.

Entonces, en 2017, el Gobierno de Canadá puso en marcha su primera política de asistencia internacional feminista. Vemos todos estos cambios en el panorama y un consenso cada vez mayor. Por otro lado, el cambio de mentalidad del Gobierno de Países Bajos fue un punto de inflexión.

Demostró que los gobiernos sí que pueden dotar de recursos a las organizaciones feministas locales, nacionales y regionales.

Usamos las enseñanzas extraídas de nuestros éxitos con el Ministerio de Asuntos Exteriores neerlandés para establecer vínculos con otras entidades bilaterales que también querían y aspiraban a financiar un cambio.

Así fue como entramos en contacto por primera vez con el Gobierno de Canadá para crear un mecanismo de financiación adaptado a sus intereses y prioridades con el que brindar apoyo a las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres de Canadá y todo el mundo».

Joanna Kerr nos cuenta que era el momento idóneo: «En 2018, el movimiento MeToo se había generalizado y gozaba de gran visibilidad. Habíamos estado trabajando contra la violencia de género en las sombras y ahora se hablaba de este tema en todas partes. Cada vez se era más consciente de lo generalizadas que estaban las vulneraciones sistemáticas de los derechos de las mujeres y las niñas por entonces.

Entonces llegó un nuevo primer ministro a Canadá que se proclamaba abiertamente feminista. El resto del mundo tenía la vista puesta en nuestro país. Nuestras amistades feministas empezaron llamarnos la atención en Canadá, diciendo “bueno, compañeras, parece que tenéis la oportunidad de convertiros en algo más que en un mero fondo de mujeres más”. Pero ¿esa oportunidad incluía la capacidad de pensar de forma radicalmente distinta sobre cómo impulsar un cambio sistémico?».

Mebrat Beyene añade lo siguiente: «En 2018, el primer ministro Trudeau seguía teniendo presente el mandato de lograr un gabinete igualitario. Su énfasis en la igualdad de género implicó que se introdujeran políticas con las que las comunidades pudieran exigir responsabilidades al Gobierno. En concreto, la introducción del marco Gender-based Analysis Plus permitió a muchas organizaciones como MATCH hacer uso de esas iniciativas y objetivos políticos. 

Por aquel entonces, la Investigación Nacional sobre Mujeres y Niñas Indígenas Desaparecidas o Asesinadas en Canadá estaba en pleno curso y el movimiento MeToo se expandía por el mundo. Yo diría que esta es la razón de que, en 2018, se hablara mucho más del género, de la condición política y social de las mujeres y de la salud y seguridad de las mujeres. Estos debates pasaron de ser interés de los grupos comunitarios de base al público general».

Mebrat prosigue: «Creo que, para las organizaciones y organismos de financiación y filantrópicos, también sirvió de marco de referencia y de guía sobre cómo ayudar a la comunidad, priorizar a las mujeres y los temas que las concernían a ellas y a las niñas, así como entender la intersección entre el género y la raza. En mi opinión, todo ello contribuyó a que primero Match y luego el Fondo de Igualdad colaboraran con las comunidades y las organizaciones comunitarias, feministas y activistas para instar a gobiernos, legisladores y organismos de financiación a apoyar a las mujeres y a abordar las cuestiones que las conciernen, la violencia de género y las cuestiones feministas».

Jess Tomlin nos lo cuenta: «Entonces, en mayo de 2018, llega el punto de inflexión. El Gobierno de Canadá anuncia que quiere establecer una alianza singular, que vehicule nuevas inversiones para impulsar la igualdad de género y los derechos de las mujeres en el Sur Global. La suma, de 300 millones de dólares canadienses, sería el mayor fondo de la historia dedicado a la igualdad de género. Publicaron una convocatoria de propuestas para que organizaciones de todo Canadá compartieran su visión para esta gran y audaz iniciativa».

Según Katharine Im-Jenkins, directora gerente del Fondo de Igualdad:

«La convocatoria de 300 millones de dólares del Gobierno de Canadá generó una gran conmoción. Recuerdo recibir llamadas y correos de todo el mundo preguntándome sobre ella. 300 millones de dólares canadienses es mucho dinero. 

Hasta entonces, el trabajo feminista se sustentaba en migajas, en lugar de en los miles de millones necesarios para acometerlo. 

Como integrante de la junta directiva, sabía que MATCH estaba lista para aprovechar esta oportunidad. Sabía que esta labor estaría liderada por el feminismo y en pro de un feminismo comprometido con hacer las cosas de manera distinta, con experimentar y con trastocar el sistema en el proceso». Para ella, fue un momento emocionante. 

Escuchamos a Jess Tomlin.

«Para escoger nuestra candidatura, la propuesta debía sustentarse en una organización feminista robusta con experiencia y estrechos vínculos con el activismo sobre el terreno. Era una oportunidad única para MATCH. Pero, habida cuenta de nuestro historial, ¿era buena idea volver a colaborar con el Gobierno?»

Joanna Kerr dice al respecto: «En ese momento presido la junta directiva de MATCH International Women's Fund. Tenemos un compromiso de “5x5”, es decir, recaudar 5 millones de dólares en 5 años. No pidamos ni un céntimo al Gobierno, porque la dependencia y la relación de nuestra antecesora, MATCH International, con el Gobierno fue nuestra perdición.

Por eso me hacía ilusión que fuéramos a crear MATCH International Women's Fund sin financiación gubernamental.

Aquí entran en escena Jess Tomlin, Jess Houssian y Sophie Gupta. Venían de distintos lugares y se unieron en torno a esta idea descomunal de crear una organización aprovechando la coyuntura, de crearla con una estrategia de inversión en la que pudiéramos domar al capitalismo de una forma novedosa, por medio de inversiones con perspectiva de género y financiar a MATCH por medio de la filantropía. La idea era crear un fondo multimillonario. Y yo dije: “A ver, un momento. Esto va a ser complicadísimo. ¿Sabemos en lo que nos estamos metiendo?”». 

Jess Tomlin señala lo siguiente: «Una de las cosas que hizo el Gobierno de Canadá fue fijar un extenso listado de requisitos que debía cumplir el equipo de las organizaciones solicitantes. 

Algunos de los criterios eran como pedir la luna a los movimientos feministas. Necesitaban tener experiencia en la supervisión de un mínimo de 30 millones de dólares en inversiones en el extranjero en organizaciones de varios países y distintos continentes. Pues bien, no había ni un solo fondo de mujeres u organización feminista con esa experiencia, o en términos globales o en años consecutivos. Así que no podíamos presentarnos en solitario. Necesitábamos tener experiencia en la gestión de activos por valor de 300 millones de dólares. Pero claro, tampoco existía ninguna institución de inversiones feministas que tuviera esa experiencia. Hay quien pudiera pensar que estábamos abocadas al fracaso, pero creíamos que era una buenísima oportunidad para iniciar una colaboración».

Jess prosigue: «De lo que nos dimos cuenta desde el principio, y sigo creyendo en esto firmemente, es que hay feministas al acecho en todas partes. En la Fundación Toronto logramos encontrar a una líder feminista muy comprometida con que el proyecto llegara a buen puerto y que contaba con la experiencia de gestionar este volumen de activos. Otras entidades colaboradoras, como el World University Service of Canada (WUSC), tenían experiencia en la supervisión de 30 millones de dólares. Fuimos estableciendo cada vez más alianzas, como el Royal Bank of Canada, Calvert Impact Capital o el African Women's Development Fund. Todos se unieron para ayudarnos a cumplir los extensos e importantes criterios que debía cumplir la candidatura seleccionada.

The Partnership for Gender Equality, el equipo que supervisó el proceso, decidió que admitirían nuestra propuesta, por lo que nos preseleccionaron.

Decidió que nos dejarían exponer nuestras ideas ante un panel en las oficinas gubernamentales. Así que todos los consorcios preseleccionados fuimos a Ottawa. Todos habíamos trabajado mucho para pulir sus argumentos y preparar su presentación. Nos presentamos allí como el Fondo de Igualdad.

Creo que fuimos unas 10 personas en representación de varias organizaciones».

Kat Im-Jenkins lo recuerda así: «Había mucha competencia, unas propuestas muy convincentes y grupos con muy buenas ideas. Además, MATCH seguía siendo una organización pequeña.

¿Cómo íbamos a lograrlo?».

Pero volvemos a Jess. «Y le presentamos el proyecto al Gobierno de Canadá. Teníamos varios argumentos convincentes a nuestro favor, pero uno de ellos era el Gender Funders CoLab.

Son una pieza importante porque constituyen un grupo de actores filantrópicos privados reunidos para poner nuevos recursos a disposición de los movimientos feministas de forma estratégica.

Han sido un socio activo y potente. A través de sus fundaciones, como la Fundación Ford, la Fundación para una Sociedad Justa, la Fundación Wellspring o la Fundación Oak, han formado parte del Fondo de Igualdad desde sus inicios».

Jess Tomlin apunta lo siguiente: «Por supuesto, al principio teníamos nuestras dudas sobre si aceptar fondos del Gobierno... y las restricciones que conllevan». 

Bea González es una de las vicepresidentas de Programas Globales del Fondo de Igualdad y conoce bien lo que ocurre entre bambalinas en las alianzas gubernamentales gracias a sus dos décadas de experiencia en el trabajo con organizaciones de defensa de las mujeres de todo el mundo. 

Bea nos lo cuenta en primera persona.

Bea González: «También teníamos dudas sobre esta gran cantidad de fondos... ¿Podríamos redistribuir las dinámicas de poder con las condiciones inherentes a la financiación gubernamental? ¿Podría ser lo suficientemente flexible como para emplear un enfoque feminista y labrar alianzas feministas con organizaciones de todo el mundo?».

Mebrat Beyene añade lo siguiente: «¿Cómo podemos distribuir tanto dinero y colaborar con los gobiernos sin perder los valores y las estructuras de la toma de decisiones feminista, los procesos comunitarios feministas, los modelos de toma de decisiones feministas y este tipo de cuestiones?».

Volvemos a escuchar a Jess Tomlin: «Tanto la junta directiva como yo teníamos claro que nunca íbamos a poder sacar adelante esta organización ni conseguir que fueran los movimientos feministas quienes la lideraran y se beneficiaran de ella si tenía que adaptarse de manera constante a las prioridades y exigencias gubernamentales.

Por eso, sabíamos que necesitábamos tener independencia y autonomía. Sabíamos que necesitábamos representar una filantropía basada en la confianza y eso es lo que nos dispusimos a conseguir. La idea de volver a trabajar con el Gobierno no se me pasaba por la cabeza. Necesitábamos alianzas de alto riesgo y beneficio. 

Necesitábamos contar con personas que entendieran la filantropía basada en la confianza, con personas que comprendieran lo que estábamos intentando hacer. Debo decir que muchas entidades financiadoras, instituciones financiadoras, fundaciones familiares y personas a título individual supieron dar la talla en ese momento. Fueron los recursos no restringidos que estas aportaron los que contribuyeron a la creación del fondo MATCH en Canadá.

Nuestra promesa era que por fin íbamos a actuar y explotar la idea de que Canadá podía hacer mucho más por el mundo». 

A esto añade: «Nuestro superpoder era nuestra capacidad de existir con independencia de la financiación gubernamental, porque éramos independientes. No estábamos optando a fondos gubernamentales y, cuando cambió el Gobierno de Canadá, que pasó de estar encabezado por Stephen Harper a por Justin Trudeau, surgieron nuevas oportunidades políticas. Podíamos convertirnos en un asesor estratégico, un consultor, podíamos decir sin tapujos lo que pensábamos de sus nuevas políticas de desarrollo internacional o de sus políticas feministas y nos venían en busca de nuestro consejo...

En primer lugar, éramos especiales, diferentes, y estábamos intentando hacer las cosas de manera distinta. En segundo lugar, no teníamos vínculo económico alguno con el Gobierno, lo que creo que ya de por sí implica tener poder. Y, por último, teníamos influencia, al igual que la tenía nuestra comunidad fuera de Canadá. Algunas importantes fundaciones familiares e institucionales estaban apostando por MATCH debido a su potencial y ello se traducía, por aquel entonces, en nuestra capacidad de entablar conversaciones e influir en cierto grado en el Gobierno de Canadá. Cuando cambiaron las reglas del juego, pudimos entablar conversaciones serias sobre lo que había que hacer, la audacia necesaria para ello, la manera de trabajar para contribuir de verdad a los movimientos feministas de todo el mundo, lo necesario para impulsar y hacer realidad la promesa del Gobierno, lo que se estaba intentando hacer en el mundo desde esta perspectiva feminista que habían adoptado y lo que todo esto implicaba para la distribución de los fondos, la formulación de las políticas y todas estas cuestiones. Eso fue lo que dispusimos. Entonces, nos sentamos a la mesa y ello contribuyó a que negociar y soñar fuera más fácil, porque la forma de hacerlo ahora era distinta». 

Volvemos con la Dra. Antrobus.

«Ya no basta con usar la palabra “feminista”. Hablar de “feminismo” o de “transformación”

¿Qué es lo que queremos transformar? ¿Qué es lo que tratamos de conseguir? Creo que esa debería ser la pregunta clave. ¿Queremos un cambio o no? Para mí, el principal reto es mantener viva la llama de la esperanza. Para seguir luchando, debemos tener esperanza. Solo somos un puntito en la periferia de un panorama gigantesco.

Pero, cuando conoces ese panorama gigantesco, te das cuenta de que tus acciones están contribuyendo a cambiarlo. Esto puede ser lo más importante que el Fondo de Igualdad puede hacer en este momento complejo y aciago: ayudar a las personas a ver lo que están haciendo y cómo les están apoyando, porque su apoyo es lo que les permite hacer determinadas cosas. Hacerles ver que lo que están haciendo está contribuyendo al mundo que queremos tener».

En el siguiente episodio

Mebrat Beyene echa la vista atrás: «Es muy fácil que la visión y la misión se diluyan cuando está en juego tal cantidad de dinero y recursos. Por eso hay que prestar atención a cualquier duda sobre si nuestros valores y acciones están yendo de la mano, implicar a otras personas en el proceso y escuchar sus voces en todo lo que hacemos».

Este ha sido el primer episodio de una serie de tres entregas, «Objetivo, la Luna: el origen del Fondo de Igualdad»,  fruto del trabajo de Tatiana Buba, Sarah Matsushita, Catherine Hodgson, Nicole Fischer y Joe Voeller. La ilustración del pódcast es de Kamo Frank.

Este pódcast ha sido producido y editado por Katie Jensen, de Vocal Fry Studios.

Gracias por escucharnos.