En nuestro segundo episodio, exploramos el innovador modelo de inversión del Fondo de Igualdad, que combina la inversión con el activismo para impulsar los movimientos feministas. Jess Tomlin y las invitadas Manisha Mehta, Rajasvini Bhansali, Keely Tongate y Mebrat Beyene debaten los retos de ampliar los recursos y los riesgos de las condiciones de los financiadores. Desde el proceso de licitación hasta la decisión final en Women Deliver 2019, examinamos cómo el cambio de capital y poder puede impulsar un cambio duradero para los movimientos basados en los derechos.
En nuestro segundo episodio, exploramos el innovador modelo de inversión del Fondo de Igualdad, que combina la inversión con el activismo para impulsar los movimientos feministas. Jess Tomlin y las invitadas Manisha Mehta, Rajasvini Bhansali, Keely Tongate y Mebrat Beyene debaten los retos de ampliar los recursos y los riesgos de las condiciones de los financiadores. Desde el proceso de licitación hasta la decisión final en Women Deliver 2019, examinamos cómo el cambio de capital y poder puede impulsar un cambio duradero para los movimientos basados en los derechos.
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Créditos:
Arte - Kamo Frank - @kamofrank_
Productora - Katie Jensen, @vocalfrystudios
Equipo del Fondo de Igualdad - Amina Doherty, Tatiana Buba, Sarah Matsushita, Catherine Hodgson, Nicole Fischer y Joe Voeller
En este episodio…
Mebrat Beyene señala lo siguiente: «Es muy fácil que la visión y la misión se diluyan cuando está en juego tal cantidad de dinero y recursos.
El modelo del Fondo de Igualdad, la inversión con perspectiva de género… Demuestra que existe otra forma de trabajar en comunidad, prestando atención a cualquier duda sobre si nuestros valores y acciones están yendo de la mano, implicando a otras personas en el proceso y escuchando sus voces en todo lo que hacemos».
Este es el segundo episodio de nuestra serie de tres entregas «Objetivo, la Luna: el origen del Fondo de Igualdad».
En el primer episodio, nos quedamos en el 2018, cuando se pusieron sobre la mesa unos 300 millones de dólares para impulsar los derechos de las mujeres como nunca antes se había hecho. Fue entonces cuando el Fondo de Igualdad saltó a la acción. Era el momento de aprovechar el potencial de una iniciativa filantrópica y política en Canadá, crear un fondo global de mujeres y, lo más importante, catalizar recursos nuevos y abundantes para los movimientos feministas de todo el mundo.
Pero el tiempo avanzaba a pasos agigantados. Solo teníamos 8 meses para organizar nuestra candidatura. Y la competencia era feroz. Íbamos competir contra algunas de las instituciones internacionales más consolidadas del mundo. ¿Qué diferenciaría nuestra propuesta?
Antes de seguir escuchando, un breve apunte. Escucharán a distintas personas en este pódcast. Diremos sus nombres para que siempre sepan quién está hablando.
Comenzaremos escuchando a Theo Sowa, copresidenta de la junta directiva del Fondo de Igualdad. Theo es la antigua directora ejecutiva del African Women’s Development Fund, además de una pensadora, líder y creadora feminista reconocida en todo el mundo que vio que las inversiones podían por fin satisfacer la escasez de financiación para las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres y otros movimientos de justicia social.
Como recuerda Theo Sowa: «Para muchas feministas afroamericanas con las que trabajaba, uno de los problemas más acuciantes que identificábamos era la sed de recursos.
Y, al mismo tiempo, intentábamos trabajar con una serie de financiadores y donantes que, con frecuencia, tenían buenas intenciones, pero cuyos modelos de financiación acababan haciendo que los movimientos compitieran entre sí. Veíamos que el dinero estaba socavando la esencia de los movimientos que queríamos ver surgir.
Por eso, cada vez se era más consciente de que, hasta que no tuviéramos una financiación más consistente, independiente, fiable y a largo plazo que no costara tanto conseguir, siempre estaríamos bregando para salir adelante».
Jess Tomlin añade: «La financiación era lo bastante flexible como para hacer frente a los problemas sobre el terreno a tiempo real. Era una financiación tan grande como nuestra ambición. Una financiación que podía proteger a las personas vulnerables de los daños futuros.
Desde el comienzo, una característica clave que diferenciaba el modelo del Fondo de Igualdad del resto fue nuestra rama de inversión. Esta innovación nos permitiría garantizar la sostenibilidad del fondo a largo plazo».
Aquí tenemos a Theo Sowa.
Theo Sowa nos dice: «La idea era que, si invertíamos bien, podríamos usar los intereses de esas inversiones para contar con una financiación consistente, independiente y a más largo plazo».
Jess Tomlin agrega: «El elemento que diferencia al Fondo de Igualdad es su cartera de inversión.
La presidenta del comité de inversión del Fondo de Igualdad, Ilse Treurnicht, siempre lo dice: de los cientos de miles de millones de dólares del mundo, son muy pocos los que van a parar a la filantropía. La mayoría circulan a través de la inversión. Por eso, la visión del Fondo de Igualdad era darle un buen uso a ese dinero…».
Ahora, antes de seguir avanzando, abordemos la cuestión en la que todo el mundo está pensando. Si les preguntas, la mayoría de activistas feministas dirán que los mercados y las inversiones rara vez son una fuente de soluciones, sino que son parte del problema. Y por una muy buena razón. El sistema financiero mundial tiene muchos defectos, que a todas luces perpetúan formas dañinas de capitalismo que solo generan desigualdad e injusticia… Todo aquello que nuestro buscamos transformar con nuestro trabajo. El desafío era evidente: para poder reconducir los recursos por el buen camino, era imprescindible cambiar la dinámica de poder, inclusive el modelo de inversión del capital.
Vini Bhansali organizó debates con activistas en el Sur Global conocer sus expectativas sobre lo que el Fondo de Igualdad podía hacer por los movimientos feministas. Para ello, aprovechó su dilatada experiencia trabajando con financiadores para obtener recursos para la primera línea de los movimientos por la justicia racial, de género y climática.
Como Vini nos recuerda: «Uno de los puntos mayor tensión eran las inversiones.
Muchas personas no creían que el capitalismo tuviera las herramientas para resolver problemas feministas. Era una situación dicotómica: por un lado, el deseo de amasar más fondos por medio de la inversión en los mercados públicos; por otro lado, la consciencia de que esos mismos mercados habían causado mucho daño».
Jess Tomlin agrega: «En esencia, nuestro programa de inversión busca transformar la manera en que el ecosistema financiero ayuda tanto a las personas como al planeta. Quiere apoyar el cambio, al ayudar a financiar nuestro sistema de concesión de subvenciones, y, a su vez, impulsar un cambio, al influir en el ecosistema financiero. Es habitual que las fundaciones tengan dotaciones, que luego se invierten en los mercados. Muchas estrategias de inversión intentan no causar daños o mitigarlos de alguna manera. Pero en el Fondo de Igualdad queremos ver si podemos crear resultados positivos y el impulso necesario para invertir con perspectiva de género. Las inversiones son, en última instancia, positivas y también permiten promover un cambio.
La clave de todo es la inversión con perspectiva de género. Desarrollada por un gran número de economistas e inversores feministas increíbles, tales como la difunta y legendaria Suzanne Biegel, la inversión con perspectiva de género es la idea de que las inversiones deberían anclarse en los valores de la igualdad de género, dado que benefician tanto a las ganancias como a las personas».
Como señala Theo Sowa: «La rama dedicada a la inversión es muy importante en el Fondo de Igualdad. Creo que toda personas que ha trabajado con fondos y movimientos y que proviene de los fondos de mujeres suele recurrir con demasiada facilidad a la idea de las subvenciones y la concesión de subvenciones. Creo que las subvenciones son extremadamente importantes.
Pero no bastan. Vemos que no es más que un goteo esporádico de dinero que suele controlar otra gente. Y, si no tenemos cuidado en la negociación, este control también puede acabar afectando al trabajo que intentamos hacer».
Jess Tomlin remarca que: «Como seguramente reconozcan bastantes innovadores sociales, los fondos gubernamentales constituyen una gran oportunidad, a la par que un auténtico desafío. Si bien el volumen de financiación es constante y significativo, también va aparejado a importantes condicionantes. Si no se va con cuidado, puede que el proyecto esté en riesgo. En MATCH ya habíamos aprendimos la lección».
Aquí tenemos Mebrat Beyene, copresidenta de la junta directiva del Fondo de Igualdad, que ya intervino en el primer episodio de esta serie. Nos explica los riesgos y las preocupaciones sobre el origen de la financiación, inclusive la financiación gubernamental:
«Siempre preocupará asociarse a un órgano federal con un gobierno que tiene tanta responsabilidad y que debe adherirse a mecanismos de rendición de cuentas que quizás chocan con las necesidades feministas y comunitarias».
Vini Bhansali agrega: «Creo que todos los movimientos del Sur Global saben lo que es que sus voces, sus perspectivas y su sabiduría no estén en el centro de los procesos que determinan la manera en la que se asignan recursos filantrópicos a su trabajo. Con frecuencia, parece que las decisiones ya están tomadas de antemano…».
Theo Sowa señala: «La pregunta era: ¿cómo podemos invertir sin socavar los derechos de las mujeres? ¿Cómo podemos invertir de manera que promovamos la igualdad de género, la igualdad racial y todas las igualdades que queremos ver? ¿Cómo podemos invertir en las mujeres de distintas formas para que puedan alcanzar todo su potencial?».
Vini Bhansali recuerda que: «Fue impactante, en primer lugar, que se preguntara directamente a las personas que lideraban estos movimientos. Y, en segundo lugar, desempeñar un papel a la hora de transformar la manera en que se iba a diseñar el fondo.
Cuando escuchamos de verdad a las personas que están en primera línea en estos movimientos e intentando crear soluciones a partir de circunstancias y condiciones muy difíciles, sorprende mucho su claridad y valentía».
Mebrat Beyene echa la vista atrás y señala: «Para mí, lo más emocionante fue comprobar que existe otra forma de trabajar con la comunidad, de aprovechar los recursos, de trabajar con el gobierno y de hacer que organismos se involucren con recursos y dinero de verdad. Creo que es algo muy atrevido, en el buen sentido de la palabra.
Agrega: Para mí, fue emocionante poder enseñar esto como modelo que otros financiadores, gobiernos, donantes individuales y la comunidad filantrópica podrían adoptar. Sé que, incluso en ese momento, la gente se vio forzada a evaluar su propia comprensión de la filantropía basada en la comunidad y en la confianza y de la concesión de subvenciones basada en la confianza. Asimismo, a escala federal, permitió instar de verdad al Gobierno canadiense a probar este modelo y a trabajar con la comunidad de una manera nueva y diferente».
Theo Sowa nos comenta: «No soy ingenua. No vamos a cambiar la industria de la inversión al completo. Siempre habrá partes de la industria que sean activamente dañinas.
Pero si podemos intentar trabajar de verdad con otras personas para conseguir que algo cambie, entonces me gusta pensar que invertimos en las mujeres de manera global, que invertimos en las mujeres no solo para instar un cambio en el equilibrio de poder, sino pada hacerlo en uno de los sectores más desiguales del mundo. Eso precisa capital.
Eso precisa dinero.
Cuando se piensa en la cantidad de dinero que se invierte y en cuánto de ese dinero perjudica los derechos de las mujeres… Poder cambiar el panorama y conseguir que al menos un puñado de quienes invierten piensen de otra manera y se cuestionen quién es titular de esos activos, quién impulsa la producción, cuán justo e igualitario es el proceso de inversión…
Si pudiéramos lograr que la industria pensara de otra manera sobre las inversiones e invirtiera de manera justa… Estaríamos hablando de billones de dólares. Son magnitudes de dinero a las que nunca podríamos alcanzar con la mera concesión de subvenciones».
Ahora vamos a escuchar a la increíble Jess Houssain. Es la cofundadora del Fondo de Igualdad y, junto con Jess Tomlin, fue codirectora ejecutiva hasta finales del 2023, donde emprendió un nuevo curso vital.
Mientras el Fondo de Igualdad diseñaba su propuesta, tuvimos la gran suerte de contactar con Sophie Gupta, directora y jefa de inversión responsable en Yaletown Partners. Ahora es miembro de la junta directiva del Fondo de Igualdad y fue fundamental para hacernos ver que otras formas de capital podrían impulsar nuestro modelo financiero. Nos explicó cómo funcionaba todo y que invertir con un propósito tiene un verdadero potencial para financiar los derechos de las mujeres a gran escala.
Jess Houssian lo recuerda: «Sin Sophie, no habríamos llegado hasta donde estamos. De eso no hay duda. Por aquel entonces, una de las partes más interesantes del Fondo de Igualdad era la idea de abarcar bajo un mismo paraguas a mujeres, niñas y personas no binarias, donde poder invertir capital, dinero benéfico y una concesión de subvenciones feminista. Sophie fue quien lideró esto.
Hasta entonces, no teníamos ni idea de lo que era una acción ni de lo que significaba “capital”. Por eso, fue fundamental contar con su dilatada experiencia y conocimiento del mundo de las inversiones y sus ideales feministas, filántropos y comprometidos con la igualdad de género, tanto a escala nacional, en Canadá, como a nivel internacional. Nos permitió ir por el buen camino.
Es fantástico que ahora esté en la junta directiva, porque recuerda cómo fueron nuestros inicios y, con frecuencia, le pedimos su opinión sobre la rama inversora, para garantizar que sigamos siendo fieles a lo que queríamos crear».
Prosigue: «Para mí, al comienzo, parecía que estábamos pidiendo un favor cuando pedíamos a todas estas entidades a que se asociaran al proyecto. Pero fue un error. Creo que a todos nuestros socios les dijimos: “miren, esto es lo que hemos ideado. Esta es nuestra visión. Tenemos que ganar. Estamos librando una batalla y les necesitamos. Necesitamos su ayuda, por favor, porque esto es muy importante”.
Pero la cuestión no era esa. La idea no era “¿nos pueden dejar dinero, por favor, que vamos a hacer algo increíble?”, sino “¿se unen a este proyecto, que va a ser increíble… para ustedes?”.
“Les animamos a que lo hagan, a que participen en esta iniciativa, porque beneficiará a su liderazgo, a su organización y a su legado. Querrán ser partícipes”.
Esto es algo que me había gustado hacer de manera distinta desde el principio. Por aquel entonces, pensaba de otra manera. Solía pensar que estábamos pidiendo favores, cuando lo que hacíamos era invitar a la gente a participar en algo hermoso».
A medida que avanza esta historia, Jess Tomlin recuerda que, si el Fondo de Igualdad salía adelante, el Gender Funder CoLab, una agrupación de actores filántropos, pondría dinero sobre la mesa.
Su directora, una mujer llamada Keely Tongate, vino a Ottawa en el marco de esta presentación. Estábamos de los nervios, porque éramos unas donnadies. No cabía duda, porque esto era algo que nadie había hecho antes.
El Gender Funder CoLab supuso una posibilidad muy interesante, porque iban a poner sobre la mesa mucho dinero en nombre de la filantropía.
Como señala Jess: «Depositaron 25 millones de dólares de aval filantrópico. Esto interesó mucho al Gobierno, que dijo “hala, esto es interesante. Pero ¿hasta qué punto van a poder colaborar con alguien que haya podido ganar esta licitación?”.
Y Keeley, en nombre del grupo, dijo “estamos aquí porque creemos que el Fondo de Igualdad es una idea transformadora”. Creo que estamos donde estamos porque las personas que se presentaron como partes del Fondo de Igualdad lo dieron todo desde el principio».
Ahora escuchemos a Keely Tongate, codirectora del Gender Funders CoLab, cuya inversión temprana e influencia resultó fundamental para el éxito de nuestra licitación.
«Teníamos el respaldo de esta red de financiadores que, si no me equivoco, había concedido más de 250 millones de dólares en subvenciones por aquel entonces. Era una cantidad sustancial. Les entusiasmaba la idea y querían que el CoLab estuviera presente en esta historia del Fondo de Igualdad. Creían que existía el potencial de hacer las cosas de manera distinta e intentar desbloquear recursos en distintas partes del ecosistema, como los gobiernos y, en particular, el sector de la inversión, que aún estaba por explotar. Creo que lo que me llamó la atención fue este nivel de creatividad para no hacer las cosas de la misma manera. Por aquel entonces, el CoLab había comenzado un fondo común para apoyar a los movimientos feministas como motor de cambio, así como a reunir recursos para intentar acceder a esas grandes subvenciones bilaterales. Y entonces aparece este fondo feminista que dice “sí, y además tenemos otra visión para hacer las cosas de otra manera”.
Ven su faceta inversora, ven su sistema de concesión de subvenciones feministas y ven también el papel que pueden desempeñar los gobiernos y la filantropía privada para nutrir una iniciativa».
Keely continúa: «Siento que la membresía del CoLab estaba muy emocionada y motivada… Por aquel entonces, no parecía que los gobiernos fueran actores especialmente estratégicos con los que forjar vínculos, tratar de entender su funcionamiento y tratar de hacer entender el particular valor añadido de la filantropía, al ser más flexible.
Es necesario forjar relaciones con actores de perfiles muy distinto y pensar de manera muy estratégica sobre la mejor manera de aprovechar estas colaboraciones para beneficiar al sector».
Keely no estaba sola. Manisha Mehta lidera el programa de promoción de la justicia de género en el Wellspring Philanthropic Fund, miembro clave del CoLab y uno de nuestros principales aliados en esta historia. Wellspring se convirtió en nuestro primer socio institucional estadounidense y su inversión fue fundamental para los fondos iniciales que trajeron más financiadores a la mesa. Manisha presidió GFCL en esos años cruciales en los que el Fondo de Igualdad cobraba vida.
Manisha lo recuerda: «Cuando nos propusieron la idea de fundar un nuevo fondo global de mujeres, fueron muchos los motivos por los que queríamos apoyar el fondo. Sabíamos que, si funcionaba, seríamos capaces de apoyar la labor en este sector gran escala, ayudar a la creación de organizaciones y movimientos feministas en diversas áreas temáticas, como la violencia de género, la justicia racial y climática o la salud y los derechos sexuales y reproductivos, por nombrar algunos.
También sentíamos que el Fondo de Igualdad, dada su naturaleza global, podía servir como un vínculo y punto de conexión entre distintos campos y movimientos.
En cierta medida, era una propuesta arriesgada. La idea era ambiciosa, muy novedosa y planteaba muchas preguntas. Como, por ejemplo, ¿estaría dispuesto el Gobierno de Canadá a trabajar de manera feminista, o habría que ceder hasta tal punto que no tenga sentido lo que hagamos? ¿Querrían las organizaciones y activistas de la sociedad civil comprometerse para que los adalides dentro del Gobierno de Canadá puedan conseguir lo que necesitaban para defender este tipo de financiación?».
Agrega: «Si fallábamos, ¿qué mensaje se llevaría la gente sobre el trabajo por los derechos de las mujeres y la justicia de género y sobre nuestra capacidad de trabajar en conjunto con socios muy diferentes?
Pero también sabíamos que, si lo lográbamos, sería algo increíble y un importante mensaje para el resto del mundo. Sería un recurso continuo y resiliente para los movimientos. Pondría en cuestión las creencias sobre las organizaciones feministas, que han impedido que los recursos fueran a parar sobre el terreno.
Pondría en cuestión la noción de que diversos financiadores no pueden trabajar de manera mancomunada.
Tanto para nuestra organización como para otras entidades donantes, sería una oportunidad para aprovechar de verdad nuestra financiación y aprender juntos. de manera colectiva, para garantizar un mayor impacto para los derechos de las mujeres y la justicia de género».
Jess Tomlin recuerda el día del anuncio:
«El gran momento había llegado. Habían pasado ocho meses de colaboración intensa y suspense.
En un día de verano del 2019 en Vancouver (Canadá), feministas de todo el mundo se congregaron en Women Deliver, una conferencia internacional sobre la salud de la mujer e igualdad. Esperaban un gran anuncio. Nuestro anuncio.
Una a una, respiramos profundamente y fuimos subiendo al escenario hasta llenarlo para dar la noticia. El Fondo de Igualdad ganó la licitación. Esos 300 millones de dólares se destinarían por completo al fondo por el que tanto luchamos».
Keely Tongate lo recuerda bien:
«Yo estuve allí, al igual que la mayoría de miembros de la red. Nos lo habíamos tomado tan en serio que habíamos coordinado a nuestra membresía en la Conferencia de Women Deliver y, al terminar, tuvimos nuestra primera reunión conjunta en la Fundación Gates, en Seattle, muy cerca de allí. Allí estábamos, exultantes de felicidad, porque sentíamos que, en nuestro sector, no siempre nos salimos con la nuestra. Fue una hermosa, amplia y compartida sensación de simple y llana victoria. Creo que el Fondo de Igualdad hace un trabajo fabuloso a la hora de reunir a las personas.
Creo que nos sentimos profundamente partícipes del proceso, de la victoria y, a partir de ahí, del proceso de construcción y de todo lo que vino después».
Maryam Monsef, la entonces ministra de Desarrollo Internacional, Mujeres e Igualdad de Género de Canadá, también estuvo allí e intervino desde el escenario.
«Hoy hemos logrado algo increíble. Canadá está remodelando la manera en la que se invierte en las organizaciones y movimientos de mujeres, tanto en Canadá como en el resto del mundo. Hoy estamos aquí porque creemos que la igualdad de género favorece a todas las personas. La igualdad de género es lo correcto. Es una cuestión de justicia. Es lo que reclamaban nuestras madres, nuestras abuelas y las mujeres que vinieron antes de ellas. También es lo más inteligente. Como dice el primer ministro, la igualdad de género es buena para la economía. Aquí, en Canadá, cuando aumentemos la participación de las mujeres en la economía, los beneficios serán de 150 000 millones de dólares en la próxima década. En todo el mundo, se traducirá en una economía de 12 billones de dólares. La igualdad de género es buena para todo el mundo. Si hoy tenemos gobiernos y primeros ministros que dicen con orgullo ser feministas es porque detrás hay un movimiento que ha trabajado duro para traernos hasta este momento. Quienes estamos aquí somos parte de ese movimiento. Es un movimiento que existía desde mucho antes de que llegáramos aquí y que seguirá existiendo mucho después de que nos hayamos ido. A lo largo de la historia, las organizaciones de mujeres han estado en la primeria línea de batalla de los movimientos en pro de las mujeres, liderando el cambio para crear un mundo mejor para todas las personas».
Theo Sowa recuerda cómo se sintió ese día.
«La cuestión es que, en realidad, en Vancouver, antes del anuncio, gran parte de mis nervios se habían desvanecido. Sé que suena raro, pero habíamos trabajado muchísimo. Habíamos hablado con muchísimas personas. Habíamos hecho muchísima promoción.
Sentía que, cuando se tomara la decisión, si esta no era a nuestro favor, no habría nada más que hubiéramos podido haber hecho, ni en términos de consultas, promoción, diseño o planificación.
Era como si no fuéramos a perder nada aunque la decisión no fuera a nuestro favor. El trabajo que habíamos hecho para llegar hasta no había sido en balde. Ese trabajo nos llevaría a otras soluciones, si esta solución en concreto no se materializaba de inmediato.
Una de las cosas que más me gustó fue que, cuando debatíamos el posible Fondo de Igualdad, estábamos trabajando más feministas canadienses.
El hecho de que el anuncio no fuera solo sobre el Fondo de Igualdad significaba que podríamos hacer exactamente lo que el activismo feminista pretende conseguir: colaborar, en lugar de competir. Y eso era, para mí, muy importante».
Ese día, en Women Deliver, la persona que presentaba el acto nombró a todas las organizaciones reunidas en el escenario:
La Canadian Women’s Foundation, Grand Challenges Canada, MATCH International Women’s Fund, la Toronto Foundation, el African Women’s Development Fund, RBC Capital Market, Community Foundations of Canada, Philanthropy Advancing Women’s Human Rights (PAWHR)…
Echando la vista atrás, Theo Sowa observa: «Fue un éxito colectivo. Un éxito colectivo para el feminismo, los fondos de mujeres y el activismo social. Y creo que esa fue la parte más emocionante: el poder demostrar lo que significan la cooperación y el trabajo colaborativo».
Voz superpuesta: En el próximo episodio…
Nicky McIntyre recuerda: «Era una oportunidad para reunir los compromisos de donantes gubernamentales, instituciones financieras y fundaciones públicas y privadas en una de las mayores inyecciones de financiación feminista del mundo.
Sabíamos que, si contaban con los recursos adecuados a lo largo del tiempo, las organizaciones feministas podían transformar el mundo».
Este ha sido el segundo episodio de nuestra serie de tres entregas, «Objetivo, la Luna: el origen del Fondo de Igualdad». Queremos dedicar unos instantes a nombrar a algunas de las personas del personal de MATCH indispensables para nuestro éxito. Amany, Bea, Beth, Dana, Sue, Bonnie y Ann Elisabeth y muchas otras personas más. Gracias.
Esta serie es fruto del trabajo de Tatiana Buba, Sarah Matsushita, Catherine Hodgson, Nicole Fischer y Joe Voeller. La ilustración del pódcast es de Kamo Frank.
Este pódcast ha sido producido y editado por Katie Jensen, de Vocal Fry Studios.
Gracias por escucharnos.